- ¿Me vas a creer si te digo algo?... Solo quiero que la gente esta noche rece, que no se preocupe tanto por los fuegos artificiales, que se acuerde de mi hija que necesita un milagro.

La voz de Cristian Barrionuevo se enturbia y se agrieta por las lágrimas. Hace 70 días que su vida, la de su esposa María José y la de sus otros dos hijos cambió para siempre. Fue cuando le confirmaron que Valentina, de dos años, tenía un tumor maligno en la cabeza y que no tenía cura. Que debían operarla y luego continuar un tratamiento en el hospital Garrahan, de Buenos Aires.

"Cuando le hicieron la biopsia y nos dijeron que era maligno, ahí terminaron de matarme", confiesa Cristian. Desde el día que la internaron en el Hospital de Niños, Valentina debió soportar cinco operaciones, para colocarle una sonda que drene el líquido acumulado y para extirparle parte del tumor que se ubicó en el tronco del cerebro. Pero, además, el cuadro se complicó con una meningitis y dos gérmenes y un virus que la debilitaron más.

Movilizados
En la puerta del club San José, de Cevil Redondo, la gente comienza a llegar. Desde que se enteraron de la enfermedad de Valentina los vecinos del barrio San Expedito, donde viven los Barrionuevo, hicieron rifas y bingos.

Ayer por la tarde organizaron una juntada solidaria en la sede del club con números folclóricos, música y comida. Adrián Villarreal, uno de los vecinos, se encargó de casi todo: gestionó el lugar, consiguió donaciones de una carnicería y de una verdulería y difundió el festival a través de la radio de San José y de panfletos. Está conmovido y se quiebra cuando cuenta esto. Él también conoce a Valentina desde que nació y le cuesta creer que esa nena pícara y de pelo rubio está atravesando una enfermedad tan cruel.

Apenas se estabilice ella deberá viajar a Buenos Aires para el tratamiento de rayos. Si evoluciona bien podrá pasar a la quimioterapia. Cristian cuenta que con su mujer decidieron que no querían llorar más, pero que a veces se quiebran. Cuando esto ocurre se dan fuerzas mutuamente.

Durante estos 70 días, cuando Valentina estaba muy mal, Cristian comenzó a rezar. "Nos decían que quizás después de la operación quedaría ciega o que no podría tragar más", recuerda. Rezaba en todo momento, en cualquier lugar, y con su mujer iban más seguido a misa en el hospital. "Ahí comenzó a evolucionar, de a poco se puso mejor", destacó.

En voz baja, casi como en una confesión explica: "no puedo verla sufrir". Saca el celular y recorre las fotografías de Valentina. En algunas está risueña antes de la enfermedad; luego, abrazada a su Sapo Pepe en una cama. Cristian y María José piden eso que no cuesta dinero, solo fe: un milagro.